La educación financiera no es más que poder entender cómo funciona el dinero en el mundo, las formas de ganarlo, de administrarlo y de invertirlo para beneficio propio o colectivo. Es una necesidad que, a ojos vistas, tenemos todos, pues al tener mayores conocimientos tomaremos mejores y más informadas decisiones en lo que respecta a los recursos financieros.

Ahora bien, ¿es posible reducir la pobreza con educación financiera? ¿Es posible que en países como India, Nigeria, Venezuela, por poner sólo tres casos, se salga de la pobreza sólo con saber cómo funciona el dinero?

La respuesta no siempre es sencilla, por supuesto. Apartando políticas económicas y sociales que cada país ha implementado, sin duda parte del problema se resolvería más fácilmente si las personas supieran mejor cómo manejar sus recursos económicos. O cómo empezar a tenerlos.

Algunas reglas que poner en práctica: presupuestos para reducir gastos

Ante todo, la educación financiera cambia el modo en que vemos y percibimos el dinero. El dinero no es malo ni sucio per se, es necesario en el mundo en que vivimos, y administrarlo se vuelve cada vez más difícil, por muchas razones.

Ganar más dinero, aparte del salario normal, también es difícil sobre todo si no conocemos estrategias adecuadas para obtenerlo. Y ahorrar, cuando apenas nos alcanza para cubrir los gastos cotidianos, pues ni hablar.

Entonces, ¿qué? Pues resulta que podemos implementar algunas pequeñas cosas que a la larga nos ayudarán, primero, a saber con cuánto contamos en realidad, segundo, a ahorrar, y tercero, a saber cómo invertir ese pequeño o gran ahorro que hemos conseguido.

El primer paso, obviamente, es hacer una lista de los ingresos: de dónde nos llega el dinero que tenemos y gastamos. Luego, la lista de los gastos. Y ya comenzamos a hacer un presupuesto.

¿Por qué es importante el presupuesto? Más que hacerlo (que es indispensable), cumplirlo es importante. ¿Por qué? Porque así no gastarás más de lo que ganas, primer punto a tener en cuenta.

Una vez que empezamos a ajustarnos al presupuesto, que muchas veces es lo más difícil, podemos ver cuánto dinero nos queda a fin de mes. Pero también podremos ver qué tipo de ingresos tenemos y los gastos fijos y variables, y actuar en consecuencia.

Actuar en consecuencia significa enfocar de forma adecuada los esfuerzos a la hora de ahorrar. Mucha gente, obviamente millones de personas, no saben ahorrar,  no lo hacen bien y terminan gastando el dinero que tanto esfuerzo les ha costado reunir.

¿Qué es lo que se hace en el común de los casos? Apartar el dinero “adicional” a final de mes y guardarlo… en la misma cuenta bancaria. ¿Pero hay otro método?

Claves para aprender a ahorrar

La clave está en que el ahorro no es lo que sobra cuando el mes llega a su fin. Es lo que apartamos conscientemente de nuestros ingresos para tal objetivo. Una buena forma es abrir una segunda cuenta bancaria, transferir una suma pequeña, puede ser el 5% del total de los ingresos, y ordenar el pago automático todos los meses.

Este método funciona porque no exige un esfuerzo constante, no hay que estar vigilando continuamente cuánto tenemos sino que la transferencia se hace automáticamente, y al cabo del tiempo hasta nos olvidaremos del dinero que se deposita mensualmente.

Pero ésta no es la única manera. Ahorrando energía, agua o gas, por ejemplo, también estaremos colaborando con el Ahorro (así, con mayúsculas) general, y aprendiendo a gastar inteligentemente.

¿Y si nuestros ingresos son más bien bajos? Bien, todo depende de saber cómo ahorrar. El primer paso sigue siendo el ahorro automático, porque no se deja a la propia voluntad transferir o no X cantidad, sino que el banco lo hace automáticamente, todos los meses. El importe se ajusta de acuerdo a tu presupuesto.

Recorta en gastos “recortables”

Obviamente hay gastos que serán más difíciles de recortar que otros, pero conocerlos te dará más oportunidad de ahorrar dinero. Por ejemplo, se debería destinar el 35% de los ingresos a la vivienda (sea hipoteca o alquiler).

Existe una regla económica, la del 50/30/20, una fórmula de distribución del presupuesto que debería ofrecer un mayor margen de libertad: destinar el 50% de los ingresos a los gastos fijos, el 30% a gastos personales y ocio, y el 20% a ahorrar e invertir.

Esta distribución asegura que al menos una parte de los ingresos se ahorrará y otra, relacionada con el ocio y gustos o elecciones personales, estará disponible.

Otra forma es ahorrar energía en casa. Ajustar las tarifas de luz, agua y gas al verdadero consumo es necesario. Por eso, cuando contratemos la potencia eléctrica, hagámoslo de acuerdo a lo que realmente necesitamos.

Tener un contrato por una potencia eléctrica alta (para que no se nos salten los plomos cuando conectemos nuestros aparatos) cuando gastamos menos en la cotidianidad significa que pagamos más, y allí está el sobrecoste.

Hay empresas que prestan un servicio gratuito para saber qué potencia necesitamos, para poder ahorrar de uno a dos meses en el gasto anual de energía.

Pero si no se puede bajar la potencia contratada, hay otros sistemas, como el contrato de tarifa con discriminación horaria, que establece varios precios a lo largo del día y divide las horas en dos franjas con sus precios, para verano y para invierno. Con este método, podemos ajustar nuestros hábitos de consumo a las horas más baratas, y ahorraríamos mucho más de un 15%.

Hay trucos para ahorrar energía y reducir el consumo, como por ejemplo, no dejar los electrodomésticos en stand by, terminar de cocinar con el calor residual del horno y la vitrocerámica, aprovechar la luz solar lo más posible y apagar las luces que no se estén usando, utilizar programas de agua fría tanto en el lavavajillas como en la lavadora.

Y con respecto al gas, no apagar la calefacción continuamente (así se gasta más), darse duchas cortas, poner la calefacción a una temperatura estable, purgar los radiadores en invierno. Son pequeños gestos que hacen una buena diferencia en la factura.

Planificación

Sólo a través de un presupuesto se pueden hacer planes, pero ese presupuesto tiene que estar adaptado a las propias necesidades y posibilidades. Claro que para que la economía doméstica sea equilibrada, los gastos deben ser inferiores a los ingresos y tener capacidad de asumir los compromisos.

Controlar los gastos también se hace con un presupuesto: con él podemos controlar el dinero que entra y que sale de casa, proyecciones de las finanzas familiares y saber qué debemos pagar cada mes, así como qué meses tenemos más gastos y cuáles son.

La mayor ventaja es que podremos tomar decisiones basadas sobre nuestras finanzas y sabremos si de verdad tenemos capacidad de ahorro y en qué gastamos el dinero. Incluso podremos tener un cronograma para reducir deudas.

Para hacer un presupuesto familiar equilibrado, hay que calcular los ingresos mensuales y anuales: sumar lo que ganamos al mes y al año, por cualquier concepto siempre y cuando sean ingresos fijos. Por ejemplo:

  • Salario: lo que cobramos por nómina, o también lo que se percibe si se hacen otros trabajos (colaboraciones esporádicas con personas o instituciones);
  • Ingresos pasivos: si percibimos alguna renta por un piso que tengamos alquilado, o algún proyecto que llevemos adelante y nos proporcione dinero extra (negocio de venta online, por ejemplo).

Ahora, hay que calcular los gastos fijos. Juntar todas las facturas del año es una buena manera de hacer ese cálculo. Incluiremos las categorías que juzguemos necesarias (móvil, electricidad, seguros, televisión, hipoteca/alquiler).

Después vienen los gastos variables: transporte y gasolina, vestido y calzado, alimentación, ocio. De acuerdo a nuestras necesidades, de nuevo, estableceremos las prioridades.

El siguiente paso es “sencillo”: sumar los ingresos y restar los gastos. Aquí veremos si gastamos más o si nos sobra dinero para ahorrar. A partir de aquí hay que tomar decisiones: reducir gastos o eliminarlos, empezar a consumir de manera consciente. Hacer un balance de lo que importa y de lo que podemos dejar de lado.

Aprender a hacer un presupuesto es apenas el comienzo. Aplicarlo y cumplirlo es lo realmente importante. Hay trucos para ello: podemos descargarnos al móvil algunas apps de gestión financiera o hacer una plantilla de Excel, que nos ayudarán al seguimiento de nuestro presupuesto.

La educación financiera nos provee de información útil tanto para reducir gastos y reducir deudas como para incrementar ingresos. En consecuencia, también reducir la pobreza. Requiere de una cierta disposición pero en líneas generales ayuda a todo el mundo, al que gana más y al que gana menos, porque enseña a gestionar y administrar el dinero de forma más inteligente.

Asimismo, con una buena formación financiera, con un consultor financiero, es factible comenzar a invertir nuestros ahorros con el menor riesgo. Algo a tener en cuenta. Pero no se trata sólo de invertir. Como hemos visto, se trata de aprender a ahorrar, a gastar menos, a saber en qué gastar.

La educación financiera también nos enseña a ver oportunidades de negocio que antes ni tendríamos en cuenta, y en las décadas que corren del siglo XXI muchos países han establecido instituciones gratuitas para ayudar a sus ciudadanos a formarse en el tema financiero.

Eso también ha ayudado a los gobiernos a ofrecer mejores ayudas económicas pero también a identificar problemas comunes entre la gente con respecto a su relación con las finanzas.

Por ejemplo, la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) implementó en 2008 su portal internacional de educación financiera con el objetivo de ofrecer apoyo a quien lo necesite y ha llevado adelante proyectos con éxito para mejorar la educación financiera en los países miembros.

Esto ha significado que algunos estados hayan comenzado a analizar resultados de diversos estudios (investigaciones de campo) y logrado encontrar ciertos parámetros de comportamiento y percepción del dinero en la población.

Una de las conclusiones que saltó a la vista fue precisamente la poca formación en finanzas que tiene la mayor parte de la población mundial; se destacó, por ejemplo, que en Estados Unidos, cuatro de cada diez trabajadores no ahorran para cuando llegue el momento de la jubilación.

O que en Canadá produce más estrés invertir que ir al odontólogo; o que en Reino Unido, los consumidores no buscan información financiera por su cuenta sino que la obtienen por casualidad. O que en Corea del Sur los estudiantes de bachillerato tienen escasa idea de cómo ahorrar o gestionar una tarjeta de crédito.

Todo esto son ejemplos para ilustrar la poca información financiera con que cuenta la gente común. Y el poco interés, que es otro tema.

Aprender a gestionar el dinero propio desde temprana edad hará que en el futuro haya menos problemas económicos. Claro que hay que contar los contextos de cada país, las características propias de países con economías emergentes o colapsadas, obviamente en estos escenarios el comportamiento financiero cambia.

Pero, y aquí creo que se debería enfatizar, un conocimiento adecuado de qué hacer para incrementar ingresos en países con altas tasas de inflación nunca está de más. Aprender a ahorrar o a gastar menos, gastar de forma inteligente, siempre va a mejorar cualquier situación.

Ha habido en el pasado iniciativas para fomentar microempresas en países pobres, y han tenido mucho éxito. Las personas involucradas comenzaron a entender el significado del dinero y las prácticas desacertadas que habían estado teniendo. Empezar a corregir esas cosas, darse cuenta del tipo de problemas, es ya un gran avance.

No es cuestión de suerte reducir deudas o poder ahorrar para la jubilación, es gracias al cambio paradigmático del dinero que podemos generar cambios consistentes en las poblaciones más vulnerables. Educar a las mujeres en economía doméstica en sociedades más cerradas, por ejemplo, les dará más autonomía y libertad.

Enseñar y demostrar que el dinero no es malo es una de las premisas que hay que transformar; aprender a gestionarlo y administrarlo es esencial para lograr un comportamiento financiero responsable.

De modo que sí, una correcta información financiera puede ayudar a reducir la pobreza en muchas partes del mundo, incluida en sociedades avanzadas en las que se incentiva el consumismo, el tener todo y ahora.

Sabias que las personas que asistieron a varias sesiones de consultoría financiera obtuvieron los siguientes resultados:

Incrementaron sus ahorros, redujeron sus deudas, mejoraron su puntuación crediticia, y lo más importante es que vieron reducido su nivel de estrés ocasionado por problemas financieros.

Apúntate a nuestros talleres gratuitos de educación financiera o bien a nuestras sesiones personalizadas. Consúltanos

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